Our Beliefs / Lo que Creemos

I. Las Escrituras

La Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados y es la revelación que Dios hace de sí mismo al hombre. Es un tesoro perfecto de instrucción divina. Tiene a Dios como su autor, su propósito es la salvación, y su tema es la verdad, sin mezcla alguna de error. Por tanto, toda la Escritura es totalmente verdadera y confiable. Ella revela los principios por los cuales Dios nos juzga, y por tanto es y permanecerá siendo hasta el fin del mundo, el centro verdadero de la unión Cristiana, y la norma suprema por la cual toda conducta, credos, y opiniones religiosas humanas deben ser juzgadas. Toda la Escritura es un testimonio de Jesús, quien es Él mismo el centro de la revelación divina.

Éxodo 24.4; Deuteronomio 4.1-2; 17.19; Josué 8.34; Salmos 19.7-10; 119.11, 89, 105, 140; Isaías 34.16; 40.8; Jeremías 15.16; 36.1-32; Mateo 5.17-18; 22.29; Lucas 21.33; 24.44-46; Juan 5.39; 16.13-15; 17.17; Hechos 2.16 y sgts.; 17.11; Romanos 15.4; 16.25-26; 2 Timoteo 3.15-17; Hebreos 1.1-2; 4..12; 1 Pedro 1.25, 2 Pedro 1.19-21.

II. Dios

Hay un Dios, y solo uno, viviente y verdadero. Él es un Ser inteligente, espiritual y personal, el Creador, Redentor, Preservador y Gobernador del universo. Dios es infinito en santidad y en todas las otras perfecciones. Dios es todopoderoso y omnisciente; y su perfecto conocimiento se extiende a todas las cosas, pasadas, presentes y futuras, incluyendo las decisiones futuras de sus criaturas libres. A Él le debemos el amor más elevado, reverencia y obediencia. El Dios eterno y trino se revela a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, con distintos atributos personales, pero sin división de naturaleza, esencia o ser.

A. Dios el Padre

Dios como Padre reina con cuidado providencial sobre todo su universo, sus criaturas, y el fluir de la corriente de la historia humana de acuerdo a los propósitos de su gracia. Él es todopoderoso, omnisciente, todo amor, y todo sabio. Dios es Padre en verdad de todos aquellos que llegan a ser sus hijos por medio de la fe en Cristo Jesús. Él es paternal en su actitud hacia todos los hombres.

Génesis 1.1; 2.7; Éxodo 3.14; 6.2-3; 15.11 y sgts.; 20.l y sgts.; Levítico 22.2; Deuteronomio 6.4; 32.6; 1 Crónicas 29.10; Salmos 19.1-3; Isaías 43.3,15; 64.8; Jeremías 10.10; 17.13; Mateo 6.9 y sgts.; 7.11; 23.9; 28.19; Marcos 1.9-11; Juan 4.24; 5.26; 14.6-13; 17.1-8; Hechos 1.7; Romanos 8.14-15; 1 Corintios 8.6; Gálatas 4.6; Efesios 4.6; Colosenses 1.15; 1 Timoteo 1.17; Hebreos 11.6; 12.9; 1Pedro 1.17; 1 Juan 5.7.

B. Dios el Hijo

Cristo es el Hijo eterno de Dios. En su encarnación como Jesucristo fue concebido del Espíritu Santo y nacido de la virgen María. Jesús reveló y cumplió perfectamente la voluntad de Dios, tomando sobre sí mismo la naturaleza humana con sus demandas y necesidades e identificándose completamente con la humanidad, pero sin pecado. Él honró la ley divina por su obediencia personal, y en su muerte sustituta en la cruz, Él hizo provisión para la redención de los hombres del pecado. Él fue levantado de entre los muertos con un cuerpo glorificado y apareció a sus discípulos como la persona que estaba con ellos antes de su crucifixión. Él ascendió a los cielos y está ahora exaltado a la diestra de Dios donde Él es el Único Mediador, completamente Dios, completamente hombre, en cuya Persona se ha efectuado la reconciliación entre Dios y el hombre. Él volverá con poder y gloria para juzgar al mundo y consumar su misión redentora. Él mora ahora en todos los creyentes como el Señor vivo y omnisciente.

Génesis 18.1 y sgts.; Salmos 2.7 y sgts.; 110.1 y sgts.; Isaías 7.14; 53; Mateo 1.18-23; 3.17; 8.29; 11.27; 14.33; 16.16,27; 17.5; 27; 28.1-6,19; Marcos 1.1; 3.11, Lucas 1.35; 4.41; 22.70; 24.46; Juan 1.1-18,29; 10.30,38; 11.25-27; 12.44-50;14.7-11; 16.15-16,28; 17.1-5,21-22; 20.1-20,28; Hechos 1.9; 2.22-24; 7.55-56; 9.4-5,20; Romanos 1.3-4; 3.23-26; 5.6-21; 8.1-3,34; 10.4; 1 Corintios 1.30; 2.2; 8.6;15.1-8, 24-28; 2 Corintios 5.19-21; 8.9; Gálatas 4.4-5; Efesios 1.20; 3.11; 4.7-10; Filipenses 2.5-11; Colosenses 1.13-22; 2.9; 1 Tesalonicenses 4.14-18; 1 Timoteo 2.5-6; 3.16; Tito 2.13-14; Hebreos 1.1-3; 4.14-15; 7.14-28; 9.12-15, 24-28; 12.2; 13.8; 1 Pedro 2.21-25; 3.22; 1 Juan 1.7-9; 3.2; 4.14-15; 5.9; 2 Juan 7-9;Apocalipsis 1.13-16; 5.9-14; 12.10-11; 13.8; 19.16.

C. Dios, el Espíritu Santo

El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, completamente divino. Él inspiró a santos hombres de la antigüedad para que escribieran las Escrituras. Mediante la iluminación Él capacita a los hombres para entender la verdad. Él exalta a Cristo. Él convence a los hombres de pecado, de justicia, y de juicio. Él llama a los hombres al Salvador, y efectúa la regeneración. En el momento de la regeneración Él bautiza a cada creyente en el Cuerpo de Cristo. Él cultiva el carácter cristiano, conforta a los creyentes, y les da los dones espirituales por medio de los cuales ellos sirven a Dios mediante su iglesia. Él sella al creyente para el día de la redención final. Su presencia en el cristiano es la garantía de que Dios llevará al creyente hasta alcanzar la plenitud de la estatura de Cristo. Él ilumina y da poder al creyente y a la iglesia en adoración, evangelismo, y servicio.

Génesis 1.2; Jueces 14.6; Job 26.13; Salmos 51.11; 139.7 y sgts. Isaías 61.1-3; Joel 2.28-32; Mateo 1.18; 3.16; 4.1; 12.28-32; 28.19; Marcos 1.10,12; Lucas 1.35; 4.1, 18-19; 11.13; 12.12; 24.49; Juan 4.24; 14.16-17,26; 15.26; 16.7-14; Hechos 1.8; 2.1-4,38; 4.31; 5.3; 6.3; 7.55; 8.17,39; 10.44; 13.2; 15.28; 16.6; 19.1-6; Romanos .9-11,14-16,26-27; 1 Corintios 2.10-14; 3.16; 12.3-11,13; Gálatas 4.6; Efesios 1.13-14; 4.30; 5.18; 1 Tesalonicenses 5.19; 1 Timoteo 3.16; 4.1; 2 Timoteo 1.14; 3.16; Hebreos 9.8,14; 2 Pedro 1.21; 1 Juan 4.13; 5.6-7; Apocalipsis 1.10: 22.17.

III. El hombre

El hombre es la creación especial de Dios, hecho a su propia imagen. Él los creó hombre y mujer como la corona de su creación. La dádiva del género es por tanto parte de la bondad de la creación de Dios. En el principio el hombre era inocente y fue dotado por Dios con la libertad para elegir. Por su propia decisión el hombre pecó contra Dios y trajo el pecado a la raza humana. Por medio de la tentación de Satanás el hombre transgredió el mandamiento de Dios, y cayó de su estado original de inocencia, por lo cual su posteridad heredó una naturaleza y un ambiente inclinado al pecado. Por tanto, tan pronto como son capaces de realizar una acción moral, se convierten en transgresores y están bajo condenación. Solamente la gracia de Dios puede traer al hombre a su compañerismo santo y capacitar al hombre para que cumpla el propósito creativo de Dios. La santidad de la personalidad humana es evidente en que Dios creó al hombre a su propia imagen, y en que Cristo murió por el hombre; por lo tanto, cada persona de cada raza posee absoluta dignidad y es digna del respeto y del amor Cristiano.

Génesis 1.26-30; 2.5, 7.18-22; 3; 9.6; Salmos 1; 8.3-6; 32.1-5; 51.5; Isaías 6.5;Jeremías 17.5; Mateo 16.26; Hechos 17.26-31; Romanos 1.19-32; 3.10-18,23;5.6,12,19; 6.6; 7.14-25; 8.14-18,29; 1 Corintios 1.21-31; 15.19,21-22; Efesios 2.1-22; Colosenses 1.21-22; 3.9-11.

IV. Salvación

La salvación implica la redención total del hombre, y se ofrece gratuitamente a todos los que aceptan a Jesucristo como Señor y Salvador, quien por su propia sangre obtuvo redención eterna para el creyente. En su sentido más amplio la salvación incluye la regeneración, la justificación, la santificación, y la glorificación. No hay salvación aparte de la fe personal en Jesucristo como Señor.

A. Regeneración, o el nuevo nacimiento, es una obra de la gracia de Dios por la cual los creyentes llegan a ser nuevas criaturas en Cristo Jesús. Es un cambio de corazón, obrado por el Espíritu Santo por medio de la convicción de pecado, al cual el pecador responde en arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo. El arrepentimiento y la fe son experiencias de gracia inseparables. El arrepentimiento es una genuina vuelta del pecado hacia Dios. La fe es la aceptación de Jesucristo y la dedicación de la personalidad total a Él como Señor y Salvador.

B. Justificación, es la obra de gracia de Dios y la completa absolución basada en los principios de su gracia hacia todos los pecadores que se arrepienten y creen en Cristo. La justificación coloca al creyente en una relación de paz y favor con Dios.

C. Santificación es la experiencia que comienza en la regeneración, mediante la cual el creyente es separado para los propósitos de Dios, y es capacitado para progresar hacia la madurez moral y espiritual por medio de la presencia del Espíritu Santo que mora en él. El crecimiento en gracia debe continuar durante toda la vida de la persona regenerada.

D. Glorificación es la culminación de la salvación y es el estado bendito y permanente del redimido.

Génesis 3.15; Éxodo 3.14-17; 6.2-8; Mateo 1.21; 4.17; 16.21-26; 27.22-28.6;Lucas 1.68-69; 2.28-32; Juan 1.11-14,29; 3.3-21,36; 5.24; 10.9,28-29; 15.1-16;17.17; Hechos 2.21; 4.12; 15.11; 16.30-31; 17.30-31; 20.32; Romanos 1.16-18; 2.4; 3.23-25; 4.3 y sgts.; 5.8-10; 6.1-23; 8.1-18,29-39; 10.9-10,13; 13.11-14; 1Corintios 1.18, 30; 6.19-20; 15.10; 2 Corintios 5.17-20; Gálatas 2.20; 3.13; 5.22-25; 6.15; Efesios 1.7; 2.8-22; 4.11-16; Filipenses 2.12-13; Colosenses 1.9-22; 3.1 y sgts.; 1 Tesalonicenses 15.23-24; 2 Timoteo 1.12; Tito 2.11-14; Hebreos 2.1-3; 5.8-9; 9.24-28; 11.1-12.8,14; Santiago 2.14-26; 1 Pedro 1.2-23; 1 Juan 1.6-2.11; Apocalipsis 3.20; 21.1-22.5.

V. El Propósito de la Gracia de Dios

La elección es el propósito de la gracia de Dios, según el cual Él regenera, justifica, santifica y glorifica a los pecadores. Es consistente con el libre albedrío del hombre, e incluye todos los medios relacionados con el fin. Es la gloriosa expresión de la bondad soberana de Dios, y es infinitamente sabia, santa e inmutable. Excluye la jactancia y promueve la humildad.

Todos los verdaderos creyentes perseveran hasta el fin. Aquellos a quienes Dios ha aceptado en Cristo y santificado por su Espíritu, jamás caerán del estado de gracia, sino que perseverarán hasta el fin. Los creyentes pueden caer en pecado por negligencia y tentación, por lo cual contristan al Espíritu, menoscaban sus virtudes y su bienestar, y traen reproche a la causa de Cristo y juicios temporales sobre sí mismos; sin embargo, ellos serán guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación.

Génesis 12.1-3; Éxodo 19.5-8; 1 Samuel 8.4-7,19-22; Isaías 5.1-7; Jeremías 31.31 y sgts.; Mateo 16.18-19; 21.28-45; 24.22,31; 25.34; Lucas 1.68-79; 2.29-32; 19.41-44: 24.44-48; Juan 1.12-14; 3.16; 5.24; 6.44-45,65; 10.27-29; 15.16; 17.6,12.17-18: Hechos 20.32; Romanos 5.9-10; 8.28-29; 10.12-15; 11.5-7,26-36; 1 Corintios 1.1-2; 15.24-28; Efesios 1.4-23; 2.1-10; 3.1-11; Colosenses 1.12-14; 2 Tesalonicenses 2.13-14; 2 Timoteo 1.12; 2.10,19; Hebreos 11.39-12.2; Santiago 1.12; 1 Pedro 1.2-5,13; 2.4-10; 1 Juan 1.7-9; 2.19; 3.2.

VI. La Iglesia

Una iglesia del Nuevo Testamento del Señor Jesucristo es una congregación local y autónoma de creyentes bautizados, asociados en un pacto en la fe y el compañerismo del evangelio; cumpliendo las dos ordenanzas de Cristo, gobernada por sus leyes, ejercitando los dones, derechos, y privilegios con los cuales han sido investidos por su Palabra, y que tratan de predicar el evangelio hasta los fines de la tierra. Cada congregación actúa bajo el señorío de Jesucristo por medio de procesos democráticos. En tal congregación cada miembro es responsable de dar cuentas a Jesucristo como Señor. Sus oficiales escriturales son pastores y diáconos. Aunque tanto los hombres como las mujeres son dotados para servir en la iglesia, el oficio de pastor está limitado a los hombres, como lo limita la Escritura.

El Nuevo Testamento habla también de la iglesia como el Cuerpo de Cristo el cual incluye a todos los redimidos de todas las edades, creyentes de cada tribu, y lengua, y pueblo, y nación.

Mateo 16.15-19; 18.15-20; Hechos 2.41-42, 47; 5.11-14; 6.3-6; 14.23,27; 15.1-30; 16.5; 20.28; Romanos 1.7; 1 Corintios 1.2; 3.16; 5.4-5; 7.17; 9.13-14; 12, Efesios 1.22-23; 2.19-22; 3.8-11,21; 5.22-32; Filipenses 1.1; Colosenses 1.18; 1 Timoteo 2.9-14; 3.1-15; 4.14; Hebreos 11.39-40; 1 Pedro 5.1-4; Apocalipsis 2-3; 21.2-3.

VII. El Bautismo y la Cena del Señor

El bautismo cristiano es la inmersión de un creyente en agua en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Es un acto de obediencia que simboliza la fe del creyente en un Salvador crucificado, sepultado y resucitado, la muerte del creyente al pecado, la sepultura de la antigua vida, y la resurrección para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Es un testimonio de su fe en la resurrección final de los muertos. Como es una ordenanza de la iglesia, es un requisito que precede al privilegio de ser miembro de la iglesia y a participar en la Cena del Señor.

La Cena del Señor es un acto simbólico de obediencia por el cual los miembros de la iglesia, al participar del pan y del fruto de la vid, conmemoran la muerte del Redentor y anuncian su segunda venida.

Mateo 3.13-17; 26.26-30; 28.19-20; Marcos 1.9-11; 14.22-26; Lucas 3.21-22; 22.19-20; Juan 3.23; Hechos 2.41-42; 8.35-39; 16.30.33; 20.7; Romanos 6.3-5; 1Corintios 10.16,21; 11.23-29; Colosenses 2.12.

VIII. El Día del Señor

El primer día de la semana es el Día del Señor. Es una institución cristiana que se debe observar regularmente. Conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos y debe incluir ejercicios de adoración y devoción espiritual, tanto públicos como privados. Las actividades en el Día del Señor deben estar de acuerdo con la conciencia Cristiana bajo el Señorío de Jesucristo.

Éxodo 20.8-11; Mateo 12.1-12; 28.1 y sgts.; Marcos 2.27-28; 16.1-7; Lucas 24.1-3,33-36; Juan 4.21-24; 20.1,19-28; Hechos 20.7; Romanos 14.5-10; 1 Corintios 16.1-2; Colosenses 2.16; 3.16; Apocalipsis 1.10.

IX. El Reino

El Reino de Dios incluye tanto su soberanía general sobre el universo como su señorío particular sobre los hombres que voluntariamente lo reconocen como Rey. Particularmente el Reino es el reino de la salvación en el cual los hombres entran mediante su entrega a Jesucristo por medio de una fe y confianza semejante a la de un niño. Los Cristianos deben orar y trabajar para que venga el Reino y que la voluntad de Dios se haga en la tierra. La consumación final del Reino espera el regreso de Jesucristo y el fin de esta era.

Génesis 1.1; Isaías 9.6-7; Jeremías 23.5-6; Mateo 3.2; 4.8-10,23; 12.25-28; 13.1-52; 25.31-46; 26.29; Marcos 1.14-15; 9.1; Lucas 4.43; 8.1; 9.2; 12.31-32; 17.20-21; 23.42; Juan 3.3; 18.36; Hechos 1.6-7; 17.22-31; Romanos 5.17; 8.19; 1Corintios 15.24-28; Colosenses 1.13; Hebreos 11.10,16; 12.28; 1 Pedro 2.4-10; 4.13; Apocalipsis 1.6,9; 5.10; 11.15; 21- 22.

X. Las Últimas Cosas

Dios, en su propio tiempo y en su propia manera, traerá el mundo a su fin apropiado. De acuerdo a su promesa, Jesucristo regresará a la tierra en gloria de manera personal y visible; los muertos resucitarán; y Cristo juzgará a todos los hombres en justicia. Los injustos serán consignados al Infierno, el lugar del castigo eterno. Los justos en sus cuerpos resucitados y glorificados recibirán su recompensa y morarán para siempre en el Cielo con el Señor.

Isaías 2.4; Mateo 16.27; 18.8.9; 19.28; 24.27,30,36,44; 25.31-46; 26.64; Marcos 8.38; 9.43-48: Lucas 12.40,48; 16.19-26; 17.22-37; 21.27-28; Juan 14.1-3; Hechos 1.11; 17.31; Romanos 14.10; 1 Corintios 4.5; 15.24-28,35-58; 2 Corintios 5.10; Filipenses 3.20-21; Colosenses 1.5; 3.4; 1 Tesalonicenses 4.14-18; 5.1 y sgts. 2 Tesalonicenses 1.7 y sgts.; 2; 1 Timoteo 6.14; 2 Timoteo 4.1,8; Tito 2.13; Hebreos 9.27-28; Santiago 5.8; 2 Pedro 3.7 y sgts. 1 Juan 2.28; 3.2; Judas 14; Apocalipsis 1.18; 3.11; 20:1-22.13.

XI. Evangelismo y Misiones

Es deber y privilegio de cada seguidor de Cristo y de cada iglesia del Señor Jesucristo esforzarse por hacer discípulos de todas las naciones. El nuevo nacimiento del espíritu del hombre por el Espíritu Santo de Dios significa el nacimiento del amor a los demás. El esfuerzo misionero de parte de todos, por lo tanto, depende de una necesidad espiritual de la vida regenerada, y se expresa y ordena repetidamente en las enseñanzas de Cristo. El Señor Jesucristo ha ordenado que se predique el evangelio a todas las naciones. Es deber de cada hijo de Dios procurar constantemente ganar a los perdidos para Cristo mediante el testimonio personal apoyado por un estilo de vida Cristiano, y por otros métodos que estén en armonía con el evangelio de Cristo.

Génesis 12.1-3; Éxodo 19.5-6; Isaías 6.1-8; Mateo 9.37-38; 10.5-15; 13.18-30,37-43; 16.19; 22.9-10; 24.14; 28.18-20; Lucas 10.1-18; 24.46-53; Juan 14.11-12; 15.7-8,16; 17.15; 20.21; Hechos 1.8; 2.; 8.26-40; 10.42-48; 13.2-3; Romanos 10.13-15; Efesios 3.1-11; 1 Tesalonicenses 1.8; 2 Timoteo 4.5; Hebreos 2.1-3; 11.39-12.2; 1 Pedro 2.4-10; Apocalipsis 22.17.

XII. Educación

El Cristianismo es la fe de la iluminación y la inteligencia. En Jesucristo habitan todos los tesoros de sabiduría y conocimiento. Todo conocimiento básico es, por lo tanto, una parte de nuestra herencia cristiana. El nuevo nacimiento abre todas las facultades humanas y crea sed de conocimiento. Por otra parte, la causa de la educación en el Reino de Cristo está coordinada con las causas de las misiones y de la beneficencia, y debe recibir juntamente con éstas el apoyo liberal de las iglesias. Un sistema adecuado de educación Cristiana es necesario para completar el programa espiritual del cuerpo de Cristo.

En la educación Cristiana debe haber un balance apropiado entre la libertad académica y la responsabilidad académica. La libertad en cualquier relación humana ordenada es siempre limitada y nunca absoluta. La libertad de un maestro en una institución educacional Cristiana, escuela, colegio, universidad o seminario, está siempre limitada por la preeminencia de Jesucristo, la naturaleza autoritativa de las Escrituras, y por el propósito distintivo para el cual la escuela existe.

Deuteronomio 4.1,5,9,14; 6.1-10; 31.12-13; Nehemías 8.1-8; Job 28.28; Salmos 19.7 sgts. 119.11; Proverbios 3.13 y sgts.; 4.1-10; 8.1-7,11; 15.14; Eclesiastés 7.19; Mateo 5.2; 7.2 y sgts.; 28.19-20; Lucas 2.40; 1 Corintios 1.18-31; Efesios 4.11-16; Filipenses 4.8; Colosenses 2.3,8-9; 1 Timoteo 1.3-7; 2 Timoteo 2.15; 3.14-17; Hebreos 5.12-6.3; Santiago 1.5; 3.17.

XIII. Mayordomía

Dios es la fuente de todas las bendiciones, temporales y espirituales; todo lo que tenemos y somos se lo debemos a Él. Los Cristianos están endeudados espiritualmente con todo el mundo, un encargo santo en el evangelio, y una mayordomía obligatoria en sus posesiones. Por tanto, están bajo la obligación de servir a Dios con su tiempo, talentos y posesiones materiales; y deben reconocer que todo esto les ha sido confiado para que lo usen para la gloria de Dios y para ayudar a otros. De acuerdo con las Escrituras, los Cristianos deben contribuir de lo que tienen, alegre, regular, sistemática, proporcional y liberalmente para el progreso de la causa del Redentor en la tierra.

Génesis 14.20; Levítico 27.30-32; Deuteronomio 8.18; Malaquías 3.8-12; Mateo 6.1-4,19-21; 19.21; 23.23; 25.14-29; Lucas 12.16-21,42; 16.1-13; Hechos 2.44-47; 5.1-11; 17.24; 25.20-35; Romanos 6.6-22; 12.1-2; 1 Corintios 4.1-2; 6.19-20; 12; 16.1-4; 2 Corintios 8-9; 12.15; Filipenses 4.10-19; 1 Pedro 1.18-19.

XIV. Cooperación

El pueblo de Cristo debe, según la ocasión lo requiera, organizar tales asociaciones y convenciones que puedan asegurar de la mejor manera posible la cooperación necesaria para lograr los grandes objetivos del Reino de Dios. Tales organizaciones no tienen autoridad una sobre otra ni sobre las iglesias. Ellas son organizaciones voluntarias para aconsejar, para descubrir, combinar y dirigir las energías de nuestro pueblo de la manera más eficaz. Los miembros de las iglesias del Nuevo Testamento deben cooperar unos con otros en llevar adelante los ministerios misioneros, educacionales y benevolentes para la extensión del Reino de Cristo. La unidad Cristiana en el sentido del Nuevo Testamento, es armonía espiritual y cooperación voluntaria para fines comunes por varios grupos del pueblo de Cristo. La cooperación entre las denominaciones Cristianas es deseable, cuando el propósito que se quiere alcanzar se justifica en sí mismo, y cuando tal cooperación no incluye violación alguna a la conciencia ni compromete la lealtad a Cristo y su Palabra como se revela en el Nuevo Testamento.

Éxodo 17.12; 18.17 y sgts.; Jueces 7.21; Esdras 1.3-4; 2.68-69; 5.14-15; Nehemías 4; 8.1-5; Mateo 10.5-15; 20.1-16; 22.1-10; 28.19-20; Marcos 2.3; Lucas 10.1 y sgts.; Hechos 1.13-14; 2.1 y sgts.; 4.31-37; 13.2-3; 15.1-35; 1 Corintios 1.10-17; 3.5-15; 12;2 Corintios 8 y 9; Gálatas 1.6-10; Efesios 4.1-16; Filipenses 1.15-18.

XV. El Cristiano y el Orden Social

Todos los Cristianos están bajo la obligación de procurar hacer que la voluntad de Cristo sea soberana en nuestras propias vidas y en la sociedad humana. Los medios y los métodos usados para mejorar la sociedad y para el establecimiento de la justicia entre los hombres pueden ser verdadera y permanentemente útiles solamente cuando están enraizados en la regeneración del individuo por medio de la gracia salvadora de Dios en Jesucristo. En el espíritu de Cristo, los cristianos deben oponerse al racismo, a toda forma de codicia, egoísmo, vicio, a todas las formas de inmoralidad sexual, incluyendo el adulterio, la homosexualidad y la pornografía. Nosotros debemos trabajar para proveer para los huérfanos, los necesitados, los abusados, los ancianos, los indefensos y los enfermos. Debemos hablar a favor de los que no han nacido y luchar por la santidad de toda la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Cada cristiano debe procurar hacer que la industria, el gobierno y la sociedad como un todo estén regidos por los principios de la justicia, la verdad y el amor fraternal. Para promover estos fines los Cristianos deben estar dispuestos a trabajar con todos los hombres de buena voluntad en cualquier causa, siendo siempre cuidadosos de actuar en el espíritu de amor sin comprometer su lealtad a Cristo y a su verdad.

Éxodo 20.3-17; Levítico 6.2-5; Deuteronomio 10.12; 27.17; Salmos 101.5; Miqueas 6.8; Zacarías 8.16; Mateo 5.13-16,43-48; 22.36-40; 25.35; Marcos 1.29-34; 2.3 y sgts.; 10.21; Lucas 4.18-21; 10.27-37; 20.25; Juan 15.12; 17.15; Romanos 12-14; 1 Corintios 5.9-10; 6.1-7; 7.20-24; 10.23-11-1; Gálatas 3.26-28; Efesios 6.5-9; Colosenses 3.12-17; 1 Tesalonicenses 3.12; Filemón; Santiago 1.27; 2.8.

XVI. Paz y Guerra

Es el deber de todo cristiano buscar la paz con todos los hombres basándose en los principios de justicia. De acuerdo con el espíritu y las enseñanzas de Cristo, ellos deben hacer todo lo que esté de su parte para poner fin a la guerra.

El verdadero remedio al espíritu guerrero es el evangelio de nuestro Señor. La necesidad suprema del mundo es la aceptación de sus enseñanzas en todas las relaciones de hombres y naciones, y la aplicación práctica de su ley de amor. Las personas Cristianas en todo el mundo deben orar por el reino del Príncipe de Paz.

Isaías 2.4; Mateo 5.9,38-48; 6.33; 26.52; Lucas 22.36,38; Romanos 12.18-19; 13.1-7; 14.19; Hebreos 12.14; Santiago 4.1-2.

XVII. Libertad Religiosa

Solamente Dios es Señor de la conciencia, y Él la ha dejado libre de las doctrinas y de los mandamientos de hombres que son contrarios a su Palabra o no contenidos en ella. La iglesia y el estado deben estar separados. El estado debe protección y completa libertad a toda iglesia en el ejercicio de sus fines espirituales. Al proveer tal libertad ningún grupo eclesiástico o denominación debe ser favorecida por el estado sobre otros grupos. Como el gobierno civil es ordenado por Dios, es deber de los Cristianos rendirle obediencia leal en todas las cosas que no son contrarias a la voluntad revelada de Dios. La iglesia no debe recurrir al poder civil para realizar su obra. El evangelio de Cristo considera solamente los medios espirituales para alcanzar sus fines. El estado no tiene derecho a imponer penalidades por opiniones religiosas de cualquier clase. El estado no tiene derecho a imponer impuestos para el sostenimiento de ninguna forma de religión. El ideal cristiano es el de una iglesia libre en un estado libre, y esto implica el derecho para todos los hombres del acceso libre y sin obstáculos a Dios, y el derecho a formar y propagar opiniones en la esfera de la religión, sin interferencia por parte del poder civil.

Génesis 1.27; 2.7; Mateo 6.6-7,24; 16.26; 22.21; Juan 8.36; Hechos 4.19-20; Romanos 6.1-2; 13.1-7; Gálatas 5.1,13; Filipenses 3.20; 1 Timoteo 2.1-2; Santiago 4.12; 1 Pedro 2.12-17; 3.11-17; 4.12.19.

XVIII. La Familia

Dios ha ordenado la familia como la institución fundamental de la sociedad humana. Está compuesta por personas relacionadas unas con otras por matrimonio, sangre o adopción.

El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer en un pacto de compromiso por toda la vida. Es el don único de Dios para revelar la unión entre Cristo y Su iglesia y para proveer para el hombre y la mujer en el matrimonio un medio para compañerismo íntimo, el canal para la expresión sexual de acuerdo a los patrones bíblicos, y los medios para la procreación de la raza humana.

El esposo y la esposa tienen el mismo valor delante de Dios, puesto que ambos fueron creados a la imagen de Dios. La relación matrimonial modela la forma como Dios se relaciona con su pueblo. Un esposo debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. Él tiene la responsabilidad dada por Dios de proveer, proteger y dirigir a su familia. Una esposa debe someterse con gracia al liderazgo como siervo de su esposo, así como la iglesia se sujeta voluntariamente a la dirección de Cristo. Ella, siendo creada a la imagen de Dios como lo es su marido, y por tanto igual a él, tiene la responsabilidad dada por Dios de respetar a su marido y servirle de ayuda en la administración del hogar y la educación de la próxima generación.

Los niños, desde el momento de la concepción, son una bendición y herencia del Señor. Los padres deben demostrar a sus hijos el modelo de Dios para el matrimonio. Los padres deben enseñar a sus hijos los valores espirituales y morales, y dirigirlos, mediante el ejemplo de un estilo de vida consistente y una disciplina amorosa, para que hagan decisiones basadas en la verdad bíblica. Los hijos deben honrar y obedecer a sus padres.

Génesis 1.26-28; 2.15-25; 3.1-20; Éxodo 20.12; Deuteronomio 6.4-9; Josué 24.15; 1 Samuel 1.26-28; Salmos 51.5; 78.1-8; 127; 128; 139.13-16; Proverbios 1.8; 5.15-20; 6.20-22; 12.4; 13.24; 14.1; 17.6; 18.22; 22.6,15; 23.13-14; 24.3: 29.15,17; 31.10-31; Eclesiastés 4.9-12; 9.9; Malaquías 2.14-16; Mateo 5.31-32; 18.2-5; 19.3-9; Marcos 10.6-12; Romanos 1.18-32; 1 Corintios 7.1-16; Efesios 5.21-33; 6.1-4; Colosenses 3.18-21; 1 Timoteo 5.8,14; 2 Timoteo 1.3-5; Tito 2.3-5;

I. The Scriptures

The Holy Bible was written by men divinely inspired and is God’s revelation of Himself to man. It is a perfect treasure of divine instruction. It has God for its author, salvation for its end, and truth, without any mixture of error, for its matter. Therefore, all Scripture is totally true and trustworthy. It reveals the principles by which God judges us, and therefore is, and will remain to the end of the world, the true center of Christian union, and the supreme standard by which all human conduct, creeds, and religious opinions should be tried. All Scripture is a testimony to Christ, who is Himself the focus of divine revelation.

Exodus 24:4; Deuteronomy 4:1-2; 17:19; Joshua 8:34; Psalms 19:7-10; 119:11,89,105,140; Isaiah 34:16; 40:8; Jeremiah 15:16; 36:1-32; Matthew 5:17-18; 22:29; Luke 21:33; 24:44-46; John 5:39; 16:13-15; 17:17; Acts 2:16ff.; 17:11; Romans 15:4; 16:25-26; 2 Timothy 3:15-17; Hebrews 1:1-2; 4:12; 1 Peter 1:25; 2 Peter 1:19-21.

II. God

There is one and only one living and true God. He is an intelligent, spiritual, and personal Being, the Creator, Redeemer, Preserver, and Ruler of the universe. God is infinite in holiness and all other perfections. God is all powerful and all knowing; and His perfect knowledge extends to all things, past, present, and future, including the future decisions of His free creatures. To Him we owe the highest love, reverence, and obedience. The eternal triune God reveals Himself to us as Father, Son, and Holy Spirit, with distinct personal attributes, but without division of nature, essence, or being.

 

A. God the Father

God as Father reigns with providential care over His universe, His creatures, and the flow of the stream of human history according to the purposes of His grace. He is all powerful, all knowing, all loving, and all wise. God is Father in truth to those who become children of God through faith in Jesus Christ. He is fatherly in His attitude toward all men.

 

Genesis 1:1; 2:7; Exodus 3:14; 6:2-3; 15:11ff.; 20:1ff.; Leviticus 22:2; Deuteronomy 6:4; 32:6; 1 Chronicles 29:10; Psalm 19:1-3; Isaiah 43:3,15; 64:8; Jeremiah 10:10; 17:13; Matthew 6:9ff.; 7:11; 23:9; 28:19; Mark 1:9-11; John 4:24; 5:26; 14:6-13; 17:1-8; Acts 1:7; Romans 8:14-15; 1 Corinthians 8:6; Galatians 4:6; Ephesians 4:6; Colossians 1:15; 1 Timothy 1:17; Hebrews 11:6; 12:9; 1 Peter 1:17; 1 John 5:7.

B. God the Son

Christ is the eternal Son of God. In His incarnation as Jesus Christ He was conceived of the Holy Spirit and born of the virgin Mary. Jesus perfectly revealed and did the will of God, taking upon Himself human nature with its demands and necessities and identifying Himself completely with mankind yet without sin. He honored the divine law by His personal obedience, and in His substitutionary death on the cross He made provision for the redemption of men from sin. He was raised from the dead with a glorified body and appeared to His disciples as the person who was with them before His crucifixion. He ascended into heaven and is now exalted at the right hand of God where He is the One Mediator, fully God, fully man, in whose Person is effected the reconciliation between God and man. He will return in power and glory to judge the world and to consummate His redemptive mission. He now dwells in all believers as the living and ever present Lord.

Genesis 18:1ff.; Psalms 2:7ff.; 110:1ff.; Isaiah 7:14; Isaiah 53:1-12; Matthew 1:18-23; 3:17; 8:29; 11:27; 14:33; 16:16,27; 17:5; 27; 28:1-6,19; Mark 1:1; 3:11; Luke 1:35; 4:41; 22:70; 24:46; John 1:1-18,29; 10:30,38; 11:25-27; 12:44-50; 14:7-11; 16:15-16,28; 17:1-5, 21-22; 20:1-20,28; Acts 1:9; 2:22-24; 7:55-56; 9:4-5,20; Romans 1:3-4; 3:23-26; 5:6-21; 8:1-3,34; 10:4; 1 Corinthians 1:30; 2:2; 8:6; 15:1-8,24-28; 2 Corinthians 5:19-21; 8:9; Galatians 4:4-5; Ephesians 1:20; 3:11; 4:7-10; Philippians 2:5-11; Colossians 1:13-22; 2:9; 1 Thessalonians 4:14-18; 1 Timothy 2:5-6; 3:16; Titus 2:13-14; Hebrews 1:1-3; 4:14-15; 7:14-28; 9:12-15,24-28; 12:2; 13:8; 1 Peter 2:21-25; 3:22; 1 John 1:7-9; 3:2; 4:14-15; 5:9; 2 John 7-9; Revelation 1:13-16; 5:9-14; 12:10-11; 13:8; 19:16.

C. God the Holy Spirit

The Holy Spirit is the Spirit of God, fully divine. He inspired holy men of old to write the Scriptures. Through illumination He enables men to understand truth. He exalts Christ. He convicts men of sin, of righteousness, and of judgment. He calls men to the Saviour, and effects regeneration. At the moment of regeneration He baptizes every believer into the Body of Christ. He cultivates Christian character, comforts believers, and bestows the spiritual gifts by which they serve God through His church. He seals the believer unto the day of final redemption. His presence in the Christian is the guarantee that God will bring the believer into the fullness of the stature of Christ. He enlightens and empowers the believer and the church in worship, evangelism, and service.

 

Genesis 1:2; Judges 14:6; Job 26:13; Psalms 51:11; 139:7ff.; Isaiah 61:1-3; Joel 2:28-32; Matthew 1:18; 3:16; 4:1; 12:28-32; 28:19; Mark 1:10,12; Luke 1:35; 4:1,18-19; 11:13; 12:12; 24:49; John 4:24; 14:16-17,26; 15:26; 16:7-14; Acts 1:8; 2:1-4,38; 4:31; 5:3; 6:3; 7:55; 8:17,39; 10:44; 13:2; 15:28; 16:6; 19:1-6; Romans 8:9-11,14-16,26-27; 1 Corinthians 2:10-14; 3:16; 12:3-11,13; Galatians 4:6; Ephesians 1:13-14; 4:30; 5:18; 1 Thessalonians 5:19; 1 Timothy 3:16; 4:1; 2 Timothy 1:14; 3:16; Hebrews 9:8,14; 2 Peter 1:21; 1 John 4:13; 5:6-7; Revelation 1:10; 22:17.

III. Man

Man is the special creation of God, made in His own image. He created them male and female as the crowning work of His creation. The gift of gender is thus part of the goodness of God’s creation. In the beginning man was innocent of sin and was endowed by his Creator with freedom of choice. By his free choice man sinned against God and brought sin into the human race. Through the temptation of Satan man transgressed the command of God, and fell from his original innocence whereby his posterity inherit a nature and an environment inclined toward sin. Therefore, as soon as they are capable of moral action, they become transgressors and are under condemnation. Only the grace of God can bring man into His holy fellowship and enable man to fulfill the creative purpose of God. The sacredness of human personality is evident in that God created man in His own image, and in that Christ died for man; therefore, every person of every race possesses full dignity and is worthy of respect and Christian love.

Genesis 1:26-30; 2:5,7,18-22; 3; 9:6; Psalms 1; 8:3-6; 32:1-5; 51:5; Isaiah 6:5; Jeremiah 17:5; Matthew 16:26; Acts 17:26-31; Romans 1:19-32; 3:10-18,23; 5:6,12,19; 6:6; 7:14-25; 8:14-18,29; 1 Corinthians 1:21-31; 15:19,21-22; Ephesians 2:1-22; Colossians 1:21-22; 3:9-11.

 

IV. Salvation

Salvation involves the redemption of the whole man, and is offered freely to all who accept Jesus Christ as Lord and Saviour, who by His own blood obtained eternal redemption for the believer. In its broadest sense salvation includes regeneration, justification, sanctification, and glorification. There is no salvation apart from personal faith in Jesus Christ as Lord.

A. Regeneration, or the new birth, is a work of God’s grace whereby believers become new creatures in Christ Jesus. It is a change of heart wrought by the Holy Spirit through conviction of sin, to which the sinner responds in repentance toward God and faith in the Lord Jesus Christ. Repentance and faith are inseparable experiences of grace.

Repentance is a genuine turning from sin toward God. Faith is the acceptance of Jesus Christ and commitment of the entire personality to Him as Lord and Saviour.

B. Justification is God’s gracious and full acquittal upon principles of His righteousness of all sinners who repent and believe in Christ. Justification brings the believer unto a relationship of peace and favor with God.

C. Sanctification is the experience, beginning in regeneration, by which the believer is set apart to God’s purposes, and is enabled to progress toward moral and spiritual maturity through the presence and power of the Holy Spirit dwelling in him. Growth in grace should continue throughout the regenerate person’s life.

D. Glorification is the culmination of salvation and is the final blessed and abiding state of the redeemed.

Genesis 3:15; Exodus 3:14-17; 6:2-8; Matthew 1:21; 4:17; 16:21-26; 27:22-28:6; Luke 1:68-69; 2:28-32; John 1:11-14,29; 3:3-21,36; 5:24; 10:9,28-29; 15:1-16; 17:17; Acts 2:21; 4:12; 15:11; 16:30-31; 17:30-31; 20:32; Romans 1:16-18; 2:4; 3:23-25; 4:3ff.; 5:8-10; 6:1-23; 8:1-18,29-39; 10:9-10,13; 13:11-14; 1 Corinthians 1:18,30; 6:19-20; 15:10; 2 Corinthians 5:17-20; Galatians 2:20; 3:13; 5:22-25; 6:15; Ephesians 1:7; 2:8-22; 4:11-16; Philippians 2:12-13; Colossians 1:9-22; 3:1ff.; 1 Thessalonians 5:23-24; 2 Timothy 1:12; Titus 2:11-14; Hebrews 2:1-3; 5:8-9; 9:24-28; 11:1-12:8,14; James 2:14-26; 1 Peter 1:2-23; 1 John 1:6-2:11; Revelation 3:20; 21:1-22:5.

 

V. God’s Purpose of Grace

Election is the gracious purpose of God, according to which He regenerates, justifies, sanctifies, and glorifies sinners. It is consistent with the free agency of man, and comprehends all the means in connection with the end. It is the glorious display of God’s sovereign goodness, and is infinitely wise, holy, and unchangeable. It excludes boasting and promotes humility.

All true believers endure to the end. Those whom God has accepted in Christ, and sanctified by His Spirit, will never fall away from the state of grace, but shall persevere to the end. Believers may fall into sin through neglect and temptation, whereby they grieve the Spirit, impair their graces and comforts, and bring reproach on the cause of Christ and temporal judgments on themselves; yet they shall be kept by the power of God through faith unto salvation.

 

Genesis 12:1-3; Exodus 19:5-8; 1 Samuel 8:4-7,19-22; Isaiah 5:1-7; Jeremiah 31:31ff.; Matthew 16:18-19; 21:28-45; 24:22,31; 25:34; Luke 1:68-79; 2:29-32; 19:41-44; 24:44-48; John 1:12-14; 3:16; 5:24; 6:44-45,65; 10:27-29; 15:16; 17:6,12,17-18; Acts 20:32; Romans 5:9-10; 8:28-39; 10:12-15; 11:5-7,26-36; 1 Corinthians 1:1-2; 15:24-28; Ephesians 1:4-23; 2:1-10; 3:1-11; Colossians 1:12-14; 2 Thessalonians 2:13-14; 2 Timothy 1:12; 2:10,19; Hebrews 11:39–12:2; James 1:12; 1 Peter 1:2-5,13; 2:4-10; 1 John 1:7-9; 2:19; 3:2.

VI. The Church

A New Testament church of the Lord Jesus Christ is an autonomous local congregation of baptized believers, associated by covenant in the faith and fellowship of the gospel; observing the two ordinances of Christ, governed by His laws, exercising the gifts, rights, and privileges invested in them by His Word, and seeking to extend the gospel to the ends of the earth. Each congregation operates under the Lordship of Christ through democratic processes. In such a congregation each member is responsible and accountable to Christ as Lord. Its scriptural officers are pastors and deacons. While both men and women are gifted for service in the church, the office of pastor is limited to men as qualified by Scripture.

The New Testament speaks also of the church as the Body of Christ which includes all of the redeemed of all the ages, believers from every tribe, and tongue, and people, and nation.

Matthew 16:15-19; 18:15-20; Acts 2:41-42,47; 5:11-14; 6:3-6; 13:1-3; 14:23,27; 15:1-30; 16:5; 20:28; Romans 1:7; 1 Corinthians 1:2; 3:16; 5:4-5; 7:17; 9:13-14; 12; Ephesians 1:22-23; 2:19-22; 3:8-11,21; 5:22-32; Philippians 1:1; Colossians 1:18; 1 Timothy 2:9-14; 3:1-15; 4:14; Hebrews 11:39-40; 1 Peter 5:1-4; Revelation 2-3; 21:2-3.

 

VII. Baptism and the Lord’s Supper

Christian baptism is the immersion of a believer in water in the name of the Father, the Son, and the Holy Spirit. It is an act of obedience symbolizing the believer’s faith in a crucified, buried, and risen Saviour, the believer’s death to sin, the burial of the old life, and the resurrection to walk in newness of life in Christ Jesus. It is a testimony to his faith in the final resurrection of the dead. Being a church ordinance, it is prerequisite to the privileges of church membership and to the Lord’s Supper.

The Lord’s Supper is a symbolic act of obedience whereby members of the church, through partaking of the bread and the fruit of the vine, memorialize the death of the Redeemer and anticipate His second coming.

Matthew 3:13-17; 26:26-30; 28:19-20; Mark 1:9-11; 14:22-26; Luke 3:21-22; 22:19-20; John 3:23; Acts 2:41-42; 8:35-39; 16:30-33; 20:7; Romans 6:3-5; 1 Corinthians 10:16,21; 11:23-29; Colossians 2:12.

 

VIII. The Lord’s Day

The first day of the week is the Lord’s Day. It is a Christian institution for regular observance. It commemorates the resurrection of Christ from the dead and should include exercises of worship and spiritual devotion, both public and private. Activities on the Lord’s Day should be commensurate with the Christian’s conscience under the Lordship of Jesus Christ.

Exodus 20:8-11; Matthew 12:1-12; 28:1ff.; Mark 2:27-28; 16:1-7; Luke 24:1-3,33-36; John 4:21-24; 20:1,19-28; Acts 20:7; Romans 14:5-10; I Corinthians 16:1-2; Colossians 2:16; 3:16; Revelation 1:10.

IX. The Kingdom

The Kingdom of God includes both His general sovereignty over the universe and His particular kingship over men who willfully acknowledge Him as King. Particularly the Kingdom is the realm of salvation into which men enter by trustful, childlike commitment to Jesus Christ. Christians ought to pray and to labor that the Kingdom may come and God’s will be done on earth. The full consummation of the Kingdom awaits the return of Jesus Christ and the end of this age.

Genesis 1:1; Isaiah 9:6-7; Jeremiah 23:5-6; Matthew 3:2; 4:8-10,23; 12:25-28; 13:1-52; 25:31-46; 26:29; Mark 1:14-15; 9:1; Luke 4:43; 8:1; 9:2; 12:31-32; 17:20-21; 23:42; John 3:3; 18:36; Acts 1:6-7; 17:22-31; Romans 5:17; 8:19; 1 Corinthians 15:24-28; Colossians 1:13; Hebrews 11:10,16; 12:28; 1 Peter 2:4-10; 4:13; Revelation 1:6,9; 5:10; 11:15; 21-22.

 

X. Last Things

God, in His own time and in His own way, will bring the world to its appropriate end. According to His promise, Jesus Christ will return personally and visibly in glory to the earth; the dead will be raised; and Christ will judge all men in righteousness. The unrighteous will be consigned to Hell, the place of everlasting punishment. The righteous in their resurrected and glorified bodies will receive their reward and will dwell forever in Heaven with the Lord.

Isaiah 2:4; 11:9; Matthew 16:27; 18:8-9; 19:28; 24:27,30,36,44; 25:31-46; 26:64; Mark 8:38; 9:43-48; Luke 12:40,48; 16:19-26; 17:22-37; 21:27-28; John 14:1-3; Acts 1:11; 17:31; Romans 14:10; 1 Corinthians 4:5; 15:24-28,35-58; 2 Corinthians 5:10; Philippians 3:20-21; Colossians 1:5; 3:4; 1 Thessalonians 4:14-18; 5:1ff.; 2 Thessalonians 1:7ff.; 2; 1 Timothy 6:14; 2 Timothy 4:1,8; Titus 2:13; Hebrews 9:27-28; James 5:8; 2 Peter 3:7ff.; 1 John 2:28; 3:2; Jude 14; Revelation 1:18; 3:11; 20:1-22:13.

XI. Evangelism and Missions

It is the duty and privilege of every follower of Christ and of every church of the Lord Jesus Christ to endeavor to make disciples of all nations. The new birth of man’s spirit by God’s Holy Spirit means the birth of love for others. Missionary effort on the part of all rests thus upon a spiritual necessity of the regenerate life, and is expressly and repeatedly commanded in the teachings of Christ. The Lord Jesus Christ has commanded the preaching of the gospel to all nations. It is the duty of every child of God to seek constantly to win the lost to Christ by verbal witness undergirded by a Christian lifestyle, and by other methods in harmony with the gospel of Christ.

Genesis 12:1-3; Exodus 19:5-6; Isaiah 6:1-8; Matthew 9:37-38; 10:5-15; 13:18-30, 37-43; 16:19; 22:9-10; 24:14; 28:18-20; Luke 10:1-18; 24:46-53; John 14:11-12; 15:7-8,16; 17:15; 20:21; Acts 1:8; 2; 8:26-40; 10:42-48; 13:2-3; Romans 10:13-15; Ephesians 3:1-11; 1 Thessalonians 1:8; 2 Timothy 4:5; Hebrews 2:1-3; 11:39-12:2; 1 Peter 2:4-10; Revelation 22:17.

 

XII. Education

Christianity is the faith of enlightenment and intelligence. In Jesus Christ abide all the treasures of wisdom and knowledge. All sound learning is, therefore, a part of our Christian heritage. The new birth opens all human faculties and creates a thirst for knowledge. Moreover, the cause of education in the Kingdom of Christ is co-ordinate with the causes of missions and general benevolence, and should receive along with these the liberal support of the churches. An adequate system of Christian education is necessary to a complete spiritual program for Christ’s people.

In Christian education there should be a proper balance between academic freedom and academic responsibility. Freedom in any orderly relationship of human life is always limited and never absolute. The freedom of a teacher in a Christian school, college, or seminary is limited by the pre-eminence of Jesus Christ, by the authoritative nature of the Scriptures, and by the distinct purpose for which the school exists.

Deuteronomy 4:1,5,9,14; 6:1-10; 31:12-13; Nehemiah 8:1-8; Job 28:28; Psalms 19:7ff.; 119:11; Proverbs 3:13ff.; 4:1-10; 8:1-7,11; 15:14; Ecclesiastes 7:19; Matthew 5:2; 7:24ff.; 28:19-20; Luke 2:40; 1 Corinthians 1:18-31; Ephesians 4:11-16; Philippians 4:8; Colossians 2:3,8-9; 1 Timothy 1:3-7; 2 Timothy 2:15; 3:14-17; Hebrews 5:12-6:3; James 1:5; 3:17.

 

XIII. Stewardship

God is the source of all blessings, temporal and spiritual; all that we have and are we owe to Him. Christians have a spiritual debtorship to the whole world, a holy trusteeship in the gospel, and a binding stewardship in their possessions. They are therefore under obligation to serve Him with their time, talents, and material possessions; and should recognize all these as entrusted to them to use for the glory of God and for helping others. According to the Scriptures, Christians should contribute of their means cheerfully, regularly, systematically, proportionately, and liberally for the advancement of the Redeemer’s cause on earth.

 

Genesis 14:20; Leviticus 27:30-32; Deuteronomy 8:18; Malachi 3:8-12; Matthew 6:1-4,19-21; 19:21; 23:23; 25:14-29; Luke 12:16-21,42; 16:1-13; Acts 2:44-47; 5:1-11; 17:24-25; 20:35; Romans 6:6-22; 12:1-2; 1 Corinthians 4:1-2; 6:19-20; 12; 16:1-4; 2 Corinthians 8-9; 12:15; Philippians 4:10-19; 1 Peter 1:18-19.

XIV. Cooperation

Christ’s people should, as occasion requires, organize such associations and conventions as may best secure cooperation for the great objects of the Kingdom of God. Such organizations have no authority over one another or over the churches. They are voluntary and advisory bodies designed to elicit, combine, and direct the energies of our people in the most effective manner. Members of New Testament churches should cooperate with one another in carrying forward the missionary, educational, and benevolent ministries for the extension of Christ’s Kingdom. Christian unity in the New Testament sense is spiritual harmony and voluntary cooperation for common ends by various groups of Christ’s people. Cooperation is desirable between the various Christian denominations, when the end to be attained is itself justified, and when such cooperation involves no violation of conscience or compromise of loyalty to Christ and His Word as revealed in the New Testament.

Exodus 17:12; 18:17ff.; Judges 7:21; Ezra 1:3-4; 2:68-69; 5:14-15; Nehemiah 4; 8:1-5; Matthew 10:5-15; 20:1-16; 22:1-10; 28:19-20; Mark 2:3; Luke 10:1ff.; Acts 1:13-14; 2:1ff.; 4:31-37; 13:2-3; 15:1-35; 1 Corinthians 1:10-17; 3:5-15; 12; 2 Corinthians 8-9; Galatians 1:6-10; Ephesians 4:1-16; Philippians 1:15-18.

 

XV. The Christian and the Social Order

All Christians are under obligation to seek to make the will of Christ supreme in our own lives and in human society. Means and methods used for the improvement of society and the establishment of righteousness among men can be truly and permanently helpful only when they are rooted in the regeneration of the individual by the saving grace of God in Jesus Christ. In the spirit of Christ, Christians should oppose racism, every form of greed, selfishness, and vice, and all forms of sexual immorality, including adultery, homosexuality, and pornography. We should work to provide for the orphaned, the needy, the abused, the aged, the helpless, and the sick. We should speak on behalf of the unborn and contend for the sanctity of all human life from conception to natural death. Every Christian should seek to bring industry, government, and society as a whole under the sway of the principles of righteousness, truth, and brotherly love. In order to promote these ends Christians should be ready to work with all men of good will in any good cause, always being careful to act in the spirit of love without compromising their loyalty to Christ and His truth.

Exodus 20:3-17; Leviticus 6:2-5; Deuteronomy 10:12; 27:17; Psalm 101:5; Micah 6:8; Zechariah 8:16; Matthew 5:13-16,43-48; 22:36-40; 25:35; Mark 1:29-34; 2:3ff.; 10:21; Luke 4:18-21; 10:27-37; 20:25; John 15:12; 17:15; Romans 12–14; 1Corinthians 5:9-10; 6:1-7; 7:20-24; 10:23-11:1; Galatians 3:26-28; Ephesians 6:5-9; Colossians 3:12-17; 1 Thessalonians 3:12; Philemon; James 1:27; 2:8.

 

 

XVI. Peace and War

It is the duty of Christians to seek peace with all men on principles of righteousness. In accordance with the spirit and teachings of Christ they should do all in their power to put an end to war.

The true remedy for the war spirit is the gospel of our Lord. The supreme need of the world is the acceptance of His teachings in all the affairs of men and nations, and the practical application of His law of love. Christian people throughout the world should pray for the reign of the Prince of Peace.

Isaiah 2:4; Matthew 5:9,38-48; 6:33; 26:52; Luke 22:36,38; Romans 12:18-19; 13:1-7; 14:19; Hebrews 12:14; James 4:1-2.

 

XVII. Religious Liberty

God alone is Lord of the conscience, and He has left it free from the doctrines and commandments of men which are contrary to His Word or not contained in it. Church and state should be separate. The state owes to every church protection and full freedom in the pursuit of its spiritual ends. In providing for such freedom no ecclesiastical group or denomination should be favored by the state more than others. Civil government being ordained of God, it is the duty of Christians to render loyal obedience thereto in all things not contrary to the revealed will of God. The church should not resort to the civil power to carry on its work. The gospel of Christ contemplates spiritual means alone for the pursuit of its ends. The state has no right to impose penalties for religious opinions of any kind. The state has no right to impose taxes for the support of any form of religion. A free church in a free state is the Christian ideal, and this implies the right of free and unhindered access to God on the part of all men, and the right to form and propagate opinions in the sphere of religion without interference by the civil power.

Genesis 1:27; 2:7; Matthew 6:6 7,24; 16:26; 22:21; John 8:36; Acts 4:19-20; Romans 6:1-2; 13:1-7; Galatians 5:1,13; Philippians 3:20; 1 Timothy 2:1-2; James 4:12; 1 Peter 2:12-17; 3:11-17; 4:12-19.

 

 

XVIII. The Family

God has ordained the family as the foundational institution of human society. It is composed of persons related to one another by marriage, blood, or adoption.

Marriage is the uniting of one man and one woman in covenant commitment for a lifetime. It is God’s unique gift to reveal the union between Christ and His church and to provide for the man and the woman in marriage the framework for intimate companionship, the channel of sexual expression according to biblical standards, and the means for procreation of the human race.

The husband and wife are of equal worth before God, since both are created in God’s image. The marriage relationship models the way God relates to His people. A husband is to love his wife as Christ loved the church. He has the God-given responsibility to provide for, to protect, and to lead his family. A wife is to submit herself graciously to the servant leadership of her husband even as the church willingly submits to the headship of Christ. She, being in the image of God as is her husband and thus equal to him, has the God-given responsibility to respect her husband and to serve as his helper in managing the household and nurturing the next generation.

Children, from the moment of conception, are a blessing and heritage from the Lord. Parents are to demonstrate to their children God’s pattern for marriage. Parents are to teach their children spiritual and moral values and to lead them, through consistent lifestyle example and loving discipline, to make choices based on biblical truth. Children are to honor and obey their parents.

Genesis 1:26-28; 2:15-25; 3:1-20; Exodus 20:12; Deuteronomy 6:4-9; Joshua 24:15; 1 Samuel 1:26-28; Psalms 51:5; 78:1-8; 127; 128; 139:13-16; Proverbs 1:8; 5:15-20; 6:20-22; 12:4; 13:24; 14:1; 17:6; 18:22; 22:6,15; 23:13-14; 24:3; 29:15,17; 31:10-31; Ecclesiastes 4:9-12; 9:9; Malachi 2:14-16; Matthew 5:31-32; 18:2-5; 19:3-9; Mark 10:6-12; Romans 1:18-32; 1 Corinthians 7:1-16; Ephesians 5:21-33; 6:1-4; Colossians 3:18-21; 1 Timothy 5:8,14; 2 Timothy 1:3-5; Titus 2:3-5; Hebrews 13:4; 1 Peter 3:1-7.